Como ya su mismo título sugiere, estamos ante un texto sorprendente
por su enunciado y por su propósito: En momentos de exaltación
de la psicofarmacología (casi cumpliendo la profecía huxleyana
del "soma" remediador de todo malestar), y de las soluciones tecno
en general, en que queremos una pastilla para cada problema (la
llamada "psiquiatría cosmética"), ¿una propuesta de
abandono, y de abandono exitoso, de los psicofármacos …?
Estamos ante un libro crítico con el uso de fármacos en
el tratamiento de los problemas de salud mental y trastornos psiquiátricos
y es ciertamente una colección de textos a contracorriente
de la psiquiatría globalizada.
Sin duda puede aducirse enseguida la ingenuidad subyacente a
estas propuestas, o incluso el riesgo que para muchos pacientes
que se están beneficiando de tratamiento farmacológico
podría derivarse de proceder a abandonar sin más los tratamientos.
El compilador y editor de los distintos capítulos ha previsto
esta eventualidad, e insisten en que no pretenden en ningún
caso promover el abandono generalizado de los tratamientos, ni
pretender sustituir el criterio clínico; reconoce que cada paciente,
cada caso, tiene su propio camino; y reclaman la implicación
y la ayuda profesional también para quienes pretendan una
respuesta alternativa a los fármacos apara afrontar sus problemas
de salud mental. Antes de seguir adelante convendrá tener
en cuenta algunos aspectos centrales que han sido considerados
en la preparación de este libro:
-
Solo reúnen experiencias favorables de entre quienes,
abandonando los tratamientos farmacológicos, han podido
desarrollar una vida personal más plena, más satisfactoria,
con más sentido, y vivida con mayor grado de responsabilidad
personal que en los periodos anteriores en que estuvieron
siguiendo tratamientos con fármacos
-
En ningún caso se promovieron abandonos para participar
en el proyecto, sino que el compilador se ha limitado a recoger
el relato de experiencias positivas ya en curso.
-
Reconocen que para muchos otros la experiencia de tratamientos
farmacológicos (incluso la terapia electroconvulsiva)
ha podido resaltar positiva, si bien los editores no se han
propuesto en esta ocasión informar de esta otra dimensión
de la experiencia de los fármacos, sino de las ventajas
de otras opciones.
En cualquier caso, se expresa un marcado respeto por las circunstancias
individuales de cada caso. Diversos autores recuerdan que
"no todo funciona para todos", lo que es aplicable tanto al
abandono o mantenimiento de los fármacos, como al tipo
de alternativa que cada persona encuentra. Ahí radica una
de los aspectos más ricos e interesantes de los textos
reunidos en este libro: la variedad de experiencias, de procedimientos
y de modalidades seguidas para re-construir el periplo vital
de cada protagonista.
En este texto se reúnen una serie de relatos en primera
persona, con sus avatares biográficos y sus periplos
psiquiátricos más o menos turbulentos. El propio
Peter Lehmann, compilador de los textos, nos informa de que
el mensaje lanzado a los miembros de asociaciones de "ex-usuarios
y supervivientes de la psiquiatría": se trataba de dar a conocer
las experiencias positivas de personas que abandonaron el
tratamiento farmacológico. El propósito, trasladar
el énfasis hacia la posibilidad de asumir las responsabilidad
sobre los propios problemas, evitado depositar en exclusiva
todas las esperanzas y expectativas de cambio en los fármacos.
-
Si que sea el propósito del libro, tampoco se evitan
críticas a otras formas de dependencia que pueden resultar
también alienantes: tanto entre las psicoterapias como
en las propias actividades de los grupos de autoayuda se pueden
generar formas de dependencia o de respuesta inadecuada a
los conflictos personales y a las dificultades del "oficio
de vivir".
- No faltan recomendaciones para proceder de forma reflexiva
y responsable antes de decidir la retirada de los fármacos.
Así un ex-usuario recomienda:
"… recopila información sobre psicofármacos y su modo
de acción
... recopila información sobre la condición clínica,
y el origen de los problemas
... considera si es momento de iniciar la reducción del
tratamiento."
Y, de forma similar, un psiquiatra, recomienda considerar, antes
de contribuir en la ayuda a la retirada de los fármacos,
las características personales de quien lo solicita, la realidad
y consistencia de su deseo de dejar los fármacos, al igual
que la incertidumbre o el miedo del interesado a la hora de
tomar esa decisión.
Aunque no estamos ante un texto que pretenda una revisión
de los fundamentos psicopatológicos de la clínica psiquiátrica,
en general se asume un modelo de trastorno mental en que todo
sufrimiento psíquico y todo trastorno mental puede ser entendido
desde las variables personales, biográficas, según un
modelo de "crisis", negando cualquier posible implicación
de variables biológicas. Por lo que se supone que los fármacos
no pueden ser sino meramente paliativos. Y de ahí la propuesta
de abandono de los mismos tan pronto como sea posible, para acceder
así a la toma de conciencia y de responsabilidad personal sobre
la propia vida y sus dilemas, conflictos y demás avatares.
Con estas premisas, este libro tiene gran interés es tanto
para profesionales como para usuarios y ciudadanos en general.
Para éstos, por contribuir a desmitificar el fármaco,
y animar a recobrar la responsabilidad sobre sus propias vidas
(aunque no podemos obviar ni olvidar que para otros muchos, los
fármacos son una ayuda para recobrar precisamente el dominio
o el control responsable sobre sus vidas). Para los profesionales,
porque nos acerca a confrontar con nuestros propios errores e
insuficiencias: el fármaco no puede ser un mero taponamiento
e la perspectiva subjetiva e interpersonal del sufrimiento humano,
ni un encubrimiento de las insuficiencias de una práctica
clínica que debiera estar centrada en el consultante, sus problemas,
sus necesidades, sus perspectivas. Nos recuerdan que los fármacos
no son tan seguros, ni tan eficaces, ni tan específicos como a
veces se nos presentan; y que en ocasiones pueden ser fuente de
más problemas que de soluciones
Así, por los distintos capítulos del libro desfilan una serie
de aspectos que cabe imputar en el "debe" de la psiquiatría meramente
farmacológica; es decir, de aquella forma de practicar la
clínica que no considera la subjetividad, ni la opinión o
las preferencias de los pacientes a la hora de decidir las indicaciones
terapéuticas ni la marcha del propio proceso terapéutico:
En la raíz de la decisión de abandonar los fármacos
encontramos pacientes que no han se han sentido escuchados ni
comprendidos por sus médicos, y que se han sentido objetos
de tratamiento, de modo un tanto enajenado, desubjetivado.
Entre el resto de aspectos críticos, que pueden animar a los
profesionales a revisar nuestra práctica están aspectos
tan elementales como la insuficiente información que se suele
proporcionar a los interesados no solo sobre los posibles
efectos negativos de los psicofármacos previamente a cualquier
tratamiento y que hace posible de verdad un tratamiento con consentimiento
informado (tal y como reconoce nuestra reciente Ley de Autonomía
del Paciente), sino información también acerca de las
distintas opciones terapéuticas:
Para muchos problemas, sobre todo para aquellos del espectro
de los trastornos de ansiedad y depresiones, sabemos que pueden
ser de eficacia similar el tratamiento con fármacos o con
psicoterapia o intervenciones psicosociales. Sin embargo, demasiado
a menudo solo se ofrece al paciente la opción a tratamiento
farmacológico; o, lo que es peor, en muchas ocasiones el
clínico transmite la expectativa de que el paciente lo que ha
de hacer es dejar que actúe el fármaco sin adquirir
responsabilidad alguna sobre la situación personal subyacente.
Otras veces, el fármaco es el recurso estereotipado al que
se recurre ante una situación de incertidumbre o ante el
mero "no saber qué hacer".
Se aducen otros aspectos para desconfiar de los psicofármaco:
algunos de índole muy práctico, como las frecuentes adicciones
a tranquilizantes (benzodiacepinas), más frecuentes cuanto
menos opciones alternativas (relajación, psicoterapia, cambios
en la organización de la propia vida...). Otros argumentos
responden a una cierta perspectiva ética del quehacer clínico,
o una cierta mirada antropológica sobre lo que la psiquiatría
y los fármacos pueden representar en nuestra vidas, señalando
el riesgo de que se aliente así un cierto conformismo con los
aspectos sociales, culturales o políticos que nos atañen
como ciudadanos, o conformismo con los avatares de la propia vida,
renunciando a asumir la responsabilidad de tomar iniciativas o
decisiones que puedan abordar los conflictos subyacentes e intentar
algún cambio en el rumbo, en la dirección de la propia
vida . No faltan tampoco argumentos en la línea de lo que podríamos
considerar perspectiva "ecológico-naturista", que desconfía
de los psicofármacos de la misma forma y por los mismos motivos
que se desconfía de otros artificios que la civilización
introduce en la naturaleza, desde los fertilizantes hasta la energía
nuclear; y por lo mismo, se defienden las opciones a abordajes
alternativos de los trastornos mentales con la misma óptica
con que se defienden las fuentes naturales de energía alternativa
solar o eólica, por ejemplo- no contaminantes.
La parte más controvertida, sin duda, es cuando se generaliza
la confianza en opciones alternativas para todo tipo de problemas,
y se presentan como similares los problemas derivados de cualquier
padecimiento mental, ya sean problemas adaptativos, con síntomas
de ansiedad o depresión, con otro tipo de problemas, como
el trastorno bipolar o la esquizofrenia. Y aquí si se entra en
clara confrontación con la perspectiva con que trabajamos
los profesionales, aún los más interesados en la perspectiva
psicosocial y en otras opciones alternativas: En la gran mayoría
de pacientes con estos problemas, la indicación de fármacos
es poco menos que inevitable, lo que no quiere decir que haya
que proceder a renunciar a las otras modalidades de ayuda, tratamientos
psicosociales, grupos de autoayuda, cambios en la vida familiar
y personal. En estos casos, los dilemas tienen más que ver
con cómo articular estas opciones y cómo facilitar que
el propio interesado siga siendo el guionista y protagonista de
su propia vida, a pesar de la amenaza (a la autonomía, a la integración)
que suponen estos problemas. Considerando nuestros actuales conocimientos
sobre estas cuestiones, cuanto más grave y complejo es un
problema, cobra mayor importancia las respuestas integradoras
de distintos niveles de intervención. Principalmente en estos
casos, cualquier dualismo que renuncie a integrar perspectivas
biológicas y psicosociales correrá riesgos de fragmentar
la realidad y restar eficacia a las respuestas.
Estamos por tanto ante una aportación tan interesante como
controvertida. Es muy de agradecer el trabajo del compilador y
editor, Peter Lehmann y de los distintos autores (ex-usarios de
servicios psiquiátricos, y profesionales de los mismos, que
presentan sus experiencias desde catorce países distintos, incluyendo
lugares tan alejados como Australia, Dinamarca o Japón.
Para el lector de habla hispana sería una gran oportunidad disponer
de una versión de este libro en castellano, pues sería una
primicia, al no estar disponible en nuestro idioma un texto de
características similares.
Madrid 1 octubre 2004
Mariano Hernández Monsalve
Doctor en Medicina. Psiquiatra, Ex-presidente de la Asociación
Española de Neuropsiquiatría-Profesionales de Salud Mental
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